Por Juan Sebastian Fiori La política Libreña en plena catástrofe  Sin lugar a dudas, estos últimos tiempos se ha avanzado en la sistemática destrucción de los consensos básicos que nuestra sociedad había alcanzado en los últimos 40 años.
Pero en estos momentos, más que nunca, siento vergüenza ajena a medida que voy leyendo y observando los movimientos, saltos de un lado para otro que van dando nuestros “representantes” los últimos días. Ya no tienen más timidez, evidentemente les importa un carajo la sociedad, se cagan literalmente en todo el Pueblo.
No son más que hienas agazapadas, esperando que el sistema político les dé la oportunidad de arrojarse sobre el botín del poder y las arcas públicas para mantenerse a salvo unos años. Eso es lo único que buscan y aspiran, lo demás es todo verso y más verso.
La política es un espectáculo desagradable, los líderes son actores de comedia, los debates y entrevistas son guiones ensayados y la verdad es una mercancía intercambiable en cada votación.
Las elecciones se han convertido en una batalla de narrativas fantásticas y poco creíbles. De puestas en escena, con muchas fotos y videos vacíos de contenido, es decir, un circo sin propuestas claras y precisas para la sociedad.
Los candidatos no compiten con ideas y soluciones para la sociedad, sino con eslóganes poco claros; no con principios sino con estrategias de marketing armadas por chantas mediáticos de poca monta.
Lo que importa no es la verdad, sino lo que parece verdad. Se abusan de la voluntad popular.
El político en campaña deja en claro su burla y subestimación a sus electores día a día, están muy alejados de la realidad cotidiana, viven evidentemente un mundo alternativo.
Pero la sociedad no es tonta, se los va a cobrar. La mansedumbre tiene límites.
Así como la guerra destruye cuerpos, la política destruye almas. La guerra es brutal y directa; sus efectos son inmediatos y visibles. La política en cambio es sutil, persuasiva, seductora. No necesita ejércitos ni cañones para doblegar a las masas; sólo precisa de discursos bien elaborados, de promesas que suenen creíbles y de símbolos que despierten emociones profundas.
La guerra es el arte de destruir hombres, la política es el arte de engañarlos. (D'Alembert).
Domingo, 25 de mayo de 2025
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