POR SEBASTIAN FIORI Una mera analogía de la realidad  En su significado más básico, el ajedrez es una representación de la arquetípica batalla entre el bien y el mal.
En su significado más universal, representa la batalla mítica de los devas con los asuras, de los dioses con los titanes, de los ángeles con los demonios, es decir, de los buenos con los malos.
El jugador (Ciudadano) es libre de elegir entre varias posibilidades, pero cada movimiento traerá una serie de consecuencias ineluctables, de modo que la necesidad delimita la libre elección cada vez más, apareciendo el final del juego no como fruto del azar sino como el resultado de leyes rigurosas.
Dicho de otro modo; la libertad de acción es aquí solidaria de la previsión, del conocimiento de las probabilidades; inversamente, el impulso ciego, por libre y espontáneo que parezca en el primer momento, se revela a fin de cuentas como una no-libertad.
Usted jugador (Ciudadano) sabrá diferenciar entre cual es el ejército blanco (el de la luz), o el negro (el de las tinieblas).
Usted vecino sabrá quien es quien en esta jugada, de qué lado del tablero esta Tincho y dónde está el Chelo.
Hasta otra partida.
Jueves, 5 de octubre de 2017
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